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Como si fuese un ensayo de la despedida, mentirás. Quién dijo que sería un ensayo, quién dijo que este no sería el adiós de verdad, pues ya lo ves, este es el adiós.
He recibido una carta con carácter urgente, me la ha entregado ella (nadie mejor que ella) el problema radica en que viene desde el infierno. Y bien sabido es que desde allá pocas cosas son buenas (no olvidemos que errar es divino).
Se deja saber por obvio que al tocar el maligno sobre, mis dedos se consumirían, sin embargo, mis lágrimas fueron de la envergadura necesaria para aplacar la ardiente correspondencia. El contenido de cualquier forma llegaría otra vez a su mente, no olvidemos que el silencio no es para todos los demonios. Y un recuerdo es de los chismes favoritos de estos devoradotes de felicidad, si en verdad todo debe ocurrir, en verdad todo es sabido, todo.
De cualquier forma, esto es adiós, un adiós prematuro claro, pero adiós al fin.
¿Abro la ventana? Si la abro, miro de frente a la muerte, esa caja negra, tan negra que te eclipsa el alma, que te hace desaparecer, yo no sé por qué le temen tanto, si es más bien un favor que le hace a uno sacarlo de esta tierra (sin pedir permiso claro) .
Bueno deja ya tanta palabrería y despídete de una vez, Adiós. O ¿debo decir hola?
Un viento escandaloso agitó el mantel de la mesa haciendo bailar las copas que sobre el reposaban, lo curioso fue que no derramaron ni una gota del veneno que contenían.
Adiós. O ¿debo decir hola?
Y finalmente se tomó las copas, la noche pasó y lo metieron en la caja, se le eclipso el alma. Adiós.
27/11/09
.............................Pausa
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Había tomado el poder de este mundo por completo, había decidido poner ancla a nuestro planeta, este planeta que flotaba en el vacío, solitario, ató con cadenas el mar y la tierra, y detuvo nuestra orbita absolutamente.
Construyó alrededor de nuestro mundo castillos de inimaginable envergadura, con cruces en el ápice de los techos, existían corredores entre cada una de las torres, esta edificación era la responsable de la esclavitud de la tierra, junto a la magna puerta, un río de aguas celestes bajaba hasta el infinito, bordeado por una franja de iluminados pastos, este río era el ancla que tenía sus cimientos por allá donde termina el universo.
Las calles de la gran ciudad estaban tristes, apagadas, sin vida, la alegría estaba oculta en los confundidos pensamientos de las mentes, el dinamismo de la existencia había caducado, los relojes ya no giraban, el tiempo se había detenido, y por ende la muerte era lejana para todos, y desde ese momento los segundos, las horas, los días, los años, habían perdido completamente el sentido, habían dejado de existir como concepto, no podían ser concebidos en pensamientos. Caminar, respirar, incluso amar, había dejado de ser importante, porque no había un mañana, no había nada que perder, ni nada que ganar, porque el infinito nos alcanzo, la eternidad que tanto buscamos nos atrapó, nos acurruco en sus brazos y dormimos, anestesiados por el no-final.
Antes del estancamiento de nuestro mundo, cuando aún el tiempo tenía sentido, la humanidad comenzó sistemáticamente a prestar más atención a la metería y olvidó lentamente lo esencial, añoraba de tal forma la vida, temía y execraba a la muerte, estos síntomas fueron el preámbulo del desastre.
Él ser que escucho nuestras suplicas, y prestó atención a nuestra situación, tomó la decisión de concedernos lo que tanto ansiábamos, podría decir que pasaron los años, pero no representaría lo real de la situación ya que el tiempo no existía y no puedo aplicarlo, entonces la eternidad y el infinito serán nuestro leguaje, no-años no transcurrieron, y todo era igual, las mujeres ya no tenían la facultad dar vida, era un todo igual por siempre, y sé que no entiendes la palabra siempre, ya que aquí en este mundo si hay tiempo, pero los de la no-tierra si lo saben y muy bien, perfectamente.
Habíamos perdido mucho, había mucho que sin tiempo se nos había vedado, pero había algo que la humanidad nunca perdería jamás en ninguno de los tiempo o de los no-tiempos esa chispa de revolución que llevamos cada uno dentro, esa extraña contradicción que nos lleva a movernos, a hacer algo, algo que no podremos entender “jamás”, esta cualidad humano fue lo que salvó nuestra existencia.
Los mares, ríos, lagos, había cesado su movimiento, no fluían en ningún sentido, solo un río lo hacía, ese que estaba a un costado de la gran puerta. Briden era el nombre de quien en una época había anhelado la muerte, de una forma pura, sin maldad en el pensamiento, solo lo veía como un hito en esto que todos llaman vida, él en un as de esperanza, concibió la idea de que el río que fluye, trae consigo tiempo y existencia. Traspaso la gran puerta de forma ilegal, investigo el río durante algunas no-semanas, comentó su teoría, no-pronto la idea era masiva, Briden en tanto se adelanto a los demás, y se lanzó al río que había comenzado a ser llamado “tiempo”, cayó y comenzó a envejecer al instante, y la vida volvió a cobrar sentido para él. Al no-tiempo, los demás corrieron la misma suerte, el río guardo en secreto su destino. Cuando la no-tierra estuvo vacía, los relojes volvieron a girar y el ser que había pausado la tierra, camino hasta el río, se sentó en su orilla y dejo mojar sus pies, mientras las flores volvían a abrir sus pétalos al ritmo en que la tierra volvía a completar su elipse.
Había tomado el poder de este mundo por completo, había decidido poner ancla a nuestro planeta, este planeta que flotaba en el vacío, solitario, ató con cadenas el mar y la tierra, y detuvo nuestra orbita absolutamente.
Construyó alrededor de nuestro mundo castillos de inimaginable envergadura, con cruces en el ápice de los techos, existían corredores entre cada una de las torres, esta edificación era la responsable de la esclavitud de la tierra, junto a la magna puerta, un río de aguas celestes bajaba hasta el infinito, bordeado por una franja de iluminados pastos, este río era el ancla que tenía sus cimientos por allá donde termina el universo.
Las calles de la gran ciudad estaban tristes, apagadas, sin vida, la alegría estaba oculta en los confundidos pensamientos de las mentes, el dinamismo de la existencia había caducado, los relojes ya no giraban, el tiempo se había detenido, y por ende la muerte era lejana para todos, y desde ese momento los segundos, las horas, los días, los años, habían perdido completamente el sentido, habían dejado de existir como concepto, no podían ser concebidos en pensamientos. Caminar, respirar, incluso amar, había dejado de ser importante, porque no había un mañana, no había nada que perder, ni nada que ganar, porque el infinito nos alcanzo, la eternidad que tanto buscamos nos atrapó, nos acurruco en sus brazos y dormimos, anestesiados por el no-final.
Antes del estancamiento de nuestro mundo, cuando aún el tiempo tenía sentido, la humanidad comenzó sistemáticamente a prestar más atención a la metería y olvidó lentamente lo esencial, añoraba de tal forma la vida, temía y execraba a la muerte, estos síntomas fueron el preámbulo del desastre.
Él ser que escucho nuestras suplicas, y prestó atención a nuestra situación, tomó la decisión de concedernos lo que tanto ansiábamos, podría decir que pasaron los años, pero no representaría lo real de la situación ya que el tiempo no existía y no puedo aplicarlo, entonces la eternidad y el infinito serán nuestro leguaje, no-años no transcurrieron, y todo era igual, las mujeres ya no tenían la facultad dar vida, era un todo igual por siempre, y sé que no entiendes la palabra siempre, ya que aquí en este mundo si hay tiempo, pero los de la no-tierra si lo saben y muy bien, perfectamente.
Habíamos perdido mucho, había mucho que sin tiempo se nos había vedado, pero había algo que la humanidad nunca perdería jamás en ninguno de los tiempo o de los no-tiempos esa chispa de revolución que llevamos cada uno dentro, esa extraña contradicción que nos lleva a movernos, a hacer algo, algo que no podremos entender “jamás”, esta cualidad humano fue lo que salvó nuestra existencia.
Los mares, ríos, lagos, había cesado su movimiento, no fluían en ningún sentido, solo un río lo hacía, ese que estaba a un costado de la gran puerta. Briden era el nombre de quien en una época había anhelado la muerte, de una forma pura, sin maldad en el pensamiento, solo lo veía como un hito en esto que todos llaman vida, él en un as de esperanza, concibió la idea de que el río que fluye, trae consigo tiempo y existencia. Traspaso la gran puerta de forma ilegal, investigo el río durante algunas no-semanas, comentó su teoría, no-pronto la idea era masiva, Briden en tanto se adelanto a los demás, y se lanzó al río que había comenzado a ser llamado “tiempo”, cayó y comenzó a envejecer al instante, y la vida volvió a cobrar sentido para él. Al no-tiempo, los demás corrieron la misma suerte, el río guardo en secreto su destino. Cuando la no-tierra estuvo vacía, los relojes volvieron a girar y el ser que había pausado la tierra, camino hasta el río, se sentó en su orilla y dejo mojar sus pies, mientras las flores volvían a abrir sus pétalos al ritmo en que la tierra volvía a completar su elipse.
6/11/09
.......................El ultimo sueño
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Su penúltimo sueño, si es que así se le puede llamar a esa vorágine de imágenes y sonidos difusos, era para él, sin duda alguna, el presagio perfecto, un augurio sin precedentes en su vida. Más que una perfecta silueta de lo real, este mortífero escándalo cerebral había causado en él un estruendo, tanto en lo corporal como en el plano de las emociones, ahora sabía lo que todos sabemos, pero de una forma distinta, digamos un poco más certera. Cuando vio abiertas las puertas del hospital trompetas anunciaron su presencia, nadie le salio al paso, esto lo confundió un poco más de lo normal, siempre estuvo confundido, tanto conciente como soñando, las cosas se movían similares a un péndulo, llamó más su atención el tono vetusto de la escena, como sucio, un tanto apagado, totalmente contradictorio a la habitual pureza iluminada de lugares como aquel. Entonces los doctores llamaron al único paciente del enorme recinto, el grupo de albinos seres, se sentaron alrededor de él, lo miraban por la rendija que dejaban las mascarillas y gorros, parecían preparados para operar al instante, bisbiseaban frenéticamente, daba la impresión de que él estaba siendo juzgado y pronto ellos lanzarían su sentencia.
Morirá, dijeron cada uno de los miembros del grupo simultáneamente, retumbó en él el áspero sonido de sus voces, luego unos silencios rondaron el lugar. Él no sabía muchas cosas, sin embargo, siempre supo que moriría, ¿no es acaso lo único que sabe el hombre sin titubeos? Entonces como si leyeran su mente, los doctores se pusieron en pie, uno de ellos se aproximo, y dijo: cierto muy cierto, la humanidad entera es conciente del óbito que los persigue y que jamás podrán esquivar, cierto muy cierto, es también que morirás la próxima vez que sueñes, diciendo esto dio media vuelta volvió a su sitio, todos simétricamente tomaron asiento una vez más, lo miraron y en un festín de voces dijeron, cierto muy cierto.
Él nunca fue esclavo de ese miedo infructífero a la muerte, sin embargo aquella profecía lo mantenía reflexivo, los primeros días tras la declaración le fue imposible cerrar los ojos, no pretendía morir, así fueron tres días, el cuarto le fue imposible seguir en aquel adormecido estado, durmió. No soñó, no murió. Millones anhelan la noche en busca de sueños, fantasías oníricas, placeres ocultos, sin embargo, él temía a esta imaginación nocturna, porque comenzó a creer profundamente en que los sueños eran parte de la realidad, y de que la advertencia que le fue hecha era real absolutamente cierta, cierta muy cierta.
El equipo medico hacía esfuerzos sobre humanos para tratar de entender el extraño estado en el cual se encontraba el muchacho, hacía ya mucho que había caído en un coma de extrañas características, daba la impresión de que solo estaba tomando una siesta, de que en cualquier momento despertaría pero no lo hacía, estaban todos alrededor de la camilla vociferando algunas hipótesis incompletas, entre tanta palabrería y excitación resulto imposible encontrar la causa de la extraña afección, coincidieron en un solo punto cuando uno de ellos dijo: este es el caso más enigmático de mi carrera, y todos dijeron, cierto muy cierto.
Lo que sucedió será algo que aquel equipo medico nunca logrará entender. Él paciente, es decir, nuestro protagonista, había desarrollado de alguna forma muy extraña la capacidad de soñar indefinidamente, pero no fue él quien logró que esto sucediera, sino que fue el temor desmedido que infundió en él el oráculo del que fue victima. Él se quedó allá en un sueño cerca de un sol lejano, tenía una pequeña casita a un costado de la lluvia, y desde su ventana se podían ver las tres lunas que giraban en torno a una montaña, en la cual se encontraba el hospital, una gran construcción con un grupo de médicos preparados para atender a su único paciente.
Él soñó eternamente y eso es; cierto muy cierto.
Su penúltimo sueño, si es que así se le puede llamar a esa vorágine de imágenes y sonidos difusos, era para él, sin duda alguna, el presagio perfecto, un augurio sin precedentes en su vida. Más que una perfecta silueta de lo real, este mortífero escándalo cerebral había causado en él un estruendo, tanto en lo corporal como en el plano de las emociones, ahora sabía lo que todos sabemos, pero de una forma distinta, digamos un poco más certera. Cuando vio abiertas las puertas del hospital trompetas anunciaron su presencia, nadie le salio al paso, esto lo confundió un poco más de lo normal, siempre estuvo confundido, tanto conciente como soñando, las cosas se movían similares a un péndulo, llamó más su atención el tono vetusto de la escena, como sucio, un tanto apagado, totalmente contradictorio a la habitual pureza iluminada de lugares como aquel. Entonces los doctores llamaron al único paciente del enorme recinto, el grupo de albinos seres, se sentaron alrededor de él, lo miraban por la rendija que dejaban las mascarillas y gorros, parecían preparados para operar al instante, bisbiseaban frenéticamente, daba la impresión de que él estaba siendo juzgado y pronto ellos lanzarían su sentencia.
Morirá, dijeron cada uno de los miembros del grupo simultáneamente, retumbó en él el áspero sonido de sus voces, luego unos silencios rondaron el lugar. Él no sabía muchas cosas, sin embargo, siempre supo que moriría, ¿no es acaso lo único que sabe el hombre sin titubeos? Entonces como si leyeran su mente, los doctores se pusieron en pie, uno de ellos se aproximo, y dijo: cierto muy cierto, la humanidad entera es conciente del óbito que los persigue y que jamás podrán esquivar, cierto muy cierto, es también que morirás la próxima vez que sueñes, diciendo esto dio media vuelta volvió a su sitio, todos simétricamente tomaron asiento una vez más, lo miraron y en un festín de voces dijeron, cierto muy cierto.
Él nunca fue esclavo de ese miedo infructífero a la muerte, sin embargo aquella profecía lo mantenía reflexivo, los primeros días tras la declaración le fue imposible cerrar los ojos, no pretendía morir, así fueron tres días, el cuarto le fue imposible seguir en aquel adormecido estado, durmió. No soñó, no murió. Millones anhelan la noche en busca de sueños, fantasías oníricas, placeres ocultos, sin embargo, él temía a esta imaginación nocturna, porque comenzó a creer profundamente en que los sueños eran parte de la realidad, y de que la advertencia que le fue hecha era real absolutamente cierta, cierta muy cierta.
El equipo medico hacía esfuerzos sobre humanos para tratar de entender el extraño estado en el cual se encontraba el muchacho, hacía ya mucho que había caído en un coma de extrañas características, daba la impresión de que solo estaba tomando una siesta, de que en cualquier momento despertaría pero no lo hacía, estaban todos alrededor de la camilla vociferando algunas hipótesis incompletas, entre tanta palabrería y excitación resulto imposible encontrar la causa de la extraña afección, coincidieron en un solo punto cuando uno de ellos dijo: este es el caso más enigmático de mi carrera, y todos dijeron, cierto muy cierto.
Lo que sucedió será algo que aquel equipo medico nunca logrará entender. Él paciente, es decir, nuestro protagonista, había desarrollado de alguna forma muy extraña la capacidad de soñar indefinidamente, pero no fue él quien logró que esto sucediera, sino que fue el temor desmedido que infundió en él el oráculo del que fue victima. Él se quedó allá en un sueño cerca de un sol lejano, tenía una pequeña casita a un costado de la lluvia, y desde su ventana se podían ver las tres lunas que giraban en torno a una montaña, en la cual se encontraba el hospital, una gran construcción con un grupo de médicos preparados para atender a su único paciente.
Él soñó eternamente y eso es; cierto muy cierto.
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