18/9/09

Júpiter

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Un sonido sin raíz invadió mis oídos, era el sonido de la desesperación, junto con tres criaturas de blanco, que usaban unos sombreros negros y caminaban como volando. Me vi solo, eran las tres de la madrugada, estos tres comenzaron a seguirme, tenían una velocidad extraña, yo corría y ellos estaban tras de mi a una determinada distancia , por el cansancio disminuí mi ritmo y ellos seguían a la misma distancia, me dio la impresión de que no querían precisamente capturarme, sino despertar en mi ese instinto humano de buscar la sobrevivencia, pensé en detenerme, pero el instinto estaba activado, pasará lo que pasará, no podría detenerme hasta estar en un lugar seguro.
Mi alma sentía quedarse atrás, el cuerpo solo actuaba, yo trababa de mantener a las dos partes de mi lo más pegadas posible, mis secuestradores seguían inmutables cada paso que daba.
Vi el terreno baldío que se extiende frente a mi casa, me entregué por completo a mis piernas, salté, volé por entre piedras y montones de tierra, ellos seguían atrás, entonces, estuve frente al hogar, abrí la puerta, sin saber que hacía, estaba fuera de conciencia, como si me hubiesen montado sobre un caballo y yo solo mirará su trayectoria, entonces entré. Desperté súbitamente, sudando como nunca lo había hecho, con terror de que la experiencia fuera real, eché un vistazo por entre las cortinas. Lo anterior era nada frente a la masacre que estaba ocurriendo fuera de casa, esta vez los de blanco ya no eran tres sino cincuenta, median más de dos metros, sus oponentes eran seres de negro de las mimas características y traían consigo lanzas azules, la batalla era desgarradora, los de negro perforaban a los blancos con furia, descontroladamente como si fuese el fin del mundo, los blancos reventaban en ríos de sangre, manchaban todo a su alrededor, la tierra comenzó a absorber la sangre derramada y tomo un color rojo tan vivo, daba la impresión de que esta latía. Los blancos indefensos cayeron rápidamente ante los negros.
Atónito, medio muerto, medio vivo, estaba frente a la ventana salpicada de sangre, cuando el ultimo blanco murió, dos de los negros miraron en mi dirección, lograron dar con mis ojos y en cuestión de segundos, con pasos tan largos y terribles, que hacían temblar todo lo que existía, se pararon frente a la ventana y con un solo grito destrozaron los vidrios, luego los muros, pestañee y vi la casa hecha ruinas. Me tomaron preso, vendaron mis ojos.
Frente a la corte, se expusieron mis cargos, estaba allí una gran cantidad de blancos y negros esta vez en paz. El juez era mitad blanco mitad negro, esté dijo con dos voces al mismo tiempo; Nadie nunca había logrado ver a un blanco, ni mucho menos a un negro, sin embargo tú lo has hecho, has provocado la guerra entre nosotros, y serás castigado con la muerte, degollado será tu final, como es tradición de nuestras razas te será concedida una ultima petición. Las vivencias ya me habían dejado sin energía, solo mi mente podía reaccionar frente a la vorágine de sentimientos que destruían mi cerebro, mis ojos debían estar desorbitados, ya que se me hacía imposible definir exactamente la imagen del juez, tembloroso abrí mis labios y dije; deseo tomar un poco de mi felicidad y la derramarla en mis sueños.
El lugar sufrió una metamorfosis, ya no habían más blancos ni negros, sino un sinfín de colores y deformaciones, sin fronteras, las voces eran como pianos y clarinetes, eran como un enorme mosaico descollante, pero la hora llego. Sonaron trompetas, me encaminaron por algo similar a una calle, hasta una extraña maquina, era algo como un ventilador gigante, tenía tantas astas como colores existen, entonces, las astas comenzaron a girar, cada vez más rápido, a cada giro mi cuerpo sentía calambres inhumanos, ya no sé qué sudaba, quizás era sangre. El verdugo lo lanzó en dirección a las astas. Entonces, su cabeza calló dando vueltas en su eje, el impacto produjo un sonido seco tortuoso, luego rodó hasta perderse. Abrió los ojos y se percató de que faltaba en su cielo un planeta, miró hacia el suelo y allí estaba Júpiter rodando cerca del armario.

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